En el periodo del
Imperio Romano, los inmunistas eran grandes propietarios terrenos que podían
montar un ejército y hacer su propia justicia sin necesitar la aprobación de la
administración local. Inmunidad, del latin immunis, se traduce
literalmente por el término «exento» y remite a la idea de un
privilegio. En este sentido, la inmunología sería la ciencia que permite
estudiar el establecimiento de nuestro «ejército» para defenderse
contra las enfermedades mientras que el término médico de inmunidad remite al
privilegio de no estar alcanzado por un mal.
La infantería y la caballería
La inmunología se define por el estudio del sistema
inmunitario. Este es un conjunto de células, de tejidos y de moléculas que van
a coordinarse para hacer frente a un cuerpo extranjero al nuestro que puede
provocar una infección o una patología. Existen dos tipos de inmunidades. Por
una parte, la inmunidad innata, el equivalente de la infantería, constituida de
numerosas células que reconocen el peligro y comparten la información con las
células circundantes (las células dendríticas), y de células que van a destruir
el blanco al liberar unas moléculas tóxicas o al digerirlas (los granulócitos y
los macrófagos). La inmunidad innata es llamada no especifica porque va a
responder inmediatamente a una agresión dirigida contra el organismo. Es la
primera linea de defensa contra nuestros enemigos jurados que son los patógenos
porque esos últimos se definen por todo lo que es capaz de desencadenar una
enfermedad. Por otra parte, la inmunidad adaptativa, nuestra caballería, que
llega mas tarde. Va a responder de manera más especializada al intruso para
luego memorizar su identidad con el fin de parar rápidamente el próximo ataque.
En el seno de la inmunidad adaptativa, se distingue una subcategoría: la
inmunidad humoral, que está coordinada por la acción de los linfocitos B (LB).
Tiene como papel la producción de anticuerpos. En cuanto a la segunda subcategoría
de la inmunidad adaptativa, la inmunidad celular, se orquesta alrededor de
diferentes tipos de actores de la familia de los linfocitos T.
Figura 1: Las
células de la inmunidad innata y adaptativa (Fuente: Adaptada de Nature Reviews Cancer, 4, 11-22,
2004.)
La defensa et el establecimiento del ataque
El
reconocimiento de patógenos se hace de manera diferente según los tipos de
inmunidad. Para la inmunidad innata, se basa sobre el reconocimiento de motivos
específicos, los motivos moleculares asociados a los patógenos. Esos últimos
son el blasón del enemigo, la firma del patógeno, y pueden ser motivos de
azúcar, segmentos del ADN asociados a una bacteria o a un virus. Las células de
la inmunidad innata también son capaces de reconocer los motivos celulares
asociados a los daños. Cuando una célula está dañada, algunas proteínas,
normalmente en el interior, se encuentran expuestas en el medio-ambiente
alrededor de la célula y están percibidas como señales de alarma. Esas pequeñas
moléculas están entonces reconocidas por unos receptores de la misma manera que
una llave y una cerradura. Esta interacción, igual que un soldado tocando la
campana, va a desencadenar una señal en la célula para inducir el
establecimiento de estructuras particulares (inflamasoma, proteasoma o también
el fagosoma) que sirven como centro de informaciones y de cárceles. El conjunto
de esos acontecimientos finalmente va a desencadenar una reacción inflamatoria,
una estimulación de la inmunidad innata así como el reclutamiento y la producción
de soldados. El refuerzo de la caballería (la inmunidad adaptativa) se hace por
el envío de mensajeros, las citoquinas, en el medio-ambiente celular. Estas
últimas son unas proteínas de señalización funcional que orquestan la
interacción de las células inmunitarias en el medio-ambiente celular.
Figura 2:
Reconocimiento de patogenos en la inmunidad innata (Fuente: Adaptada de
creative-diagnostics.com)
Los refuerzos y la estrategia de ataque
Respeto
a la inmunidad adaptativa, el reconocimiento de patógenos se hace al nivel de
los órganos linfoides secundarios por el intermediario de receptores a los
antígenos (nuestras cerraduras) presentes en la superficie de nuestros
caballeros, linfocitos T y B (LT y LB). Los órganos linfoides secundarios son
el cuartel general de nuestro ejército. Son zonas específicas donde las células
de la inmunidad innata y adaptativa se agrupan para intercambiar informaciones.
Los linfocitos B va a reconocer directamente los antígenos y transformarse en
plasmocitoma con el fin de producir unos anticuerpos específicos al antígeno
reconocido. El anticuerpo es el equivalente de una etiqueta pegada a nuestro
enemigo que indica con grandes letras a todo su entorno que es un blanco por
eliminar. El patógeno, cubierto de anticuerpo, va a ser asumido por el
Spartacus de nuestra infantería, el macrófago, y hacer picadillo literalmente
porque este va a fagocitar (engullir), digerir y eliminar el intruso. Sin
embargo, los linfocitos T, estratega hasta el alma, necesitan que los antígenos
les sean presentados por moléculas intermediarias que son las células
presentadores de antígenos (APC: Células dendríticas, macrófagos y LB). Estas
células tienen un papel esencial que es comunicar la información a las células
de la inmunidad adaptativa. Para que los linfocitos se activen, es necesario
que varios acontecimientos se establezcan. Primero la sinapsis inmunológica.
Esta interacción puede ser ilustrada por un apretón de mano entre el coronel de
la infantería y la caballería antes de proceder a un intercambio de
informaciones sobre el enemigo. Este enlace se hace más preciso entre la
proteína CMH (Complejo Mayor de Histocompatibilidad) y el receptor de los LT
(TCR). Viene luego la presencia de moléculas de co-estimulación para reforzar
la interacción, y para terminar la liberación de nuestros pequeños mensajeros,
los citoquinas. Nuestra caballería podría entonces intervenir en refuerzo en la
destrucción de nuestro adversario y sobretodo establecer una memoria
inmunitaria para poder reaccionar más tarde en caso de infección de nuevo por
el mismo patógeno.
Figura 3: La
sinapsis inmunológica entre APC y LT (Fuente: Adaptada de Kapsenberg,
2003)
La
vuelta a la paz
Una
vez la reacción inmunitaria establecida, el conjunto de las células inmunitarias
está activado para destruir el patógeno. Las células de la inmunidad van a
hacer fagocitosis y a liberar moléculas (perforina, granzima) para bombardear
el patógeno y perforar su membrana para aniquilarla. Sin embargo, esos
mecanismos de defensa no deben perdurar y es necesario parar el sistema
inmunitario con el fin de evitar causar daños tisulares tales como la necrosis
de células sanas o de la fundación celular. Para eso, varios mecanismos van a
activarse. Por otro lado, hay T reguladores (Treg) cuyo papel, como su nombre
lo indica es indicar la respuesta inmunitaria. Permiten establecer una
tolerancia con respeto a antígenos y evitar enfermedades auto-inmunes. Son al
mismo tiempo mediadores y actores como lo sería un sargento. Por otra parte,
hay mecanismos de internalizacion de receptores que hacen que el soldado no
responderá a los mensajeros. Las células en apoptosis o inerte son entonces
digeridas por los macrófagos o se quedan simplemente inactivas en el medio
celular. Esos mecanismos sirven de salvaguarda para evitar un desbocamiento del
sistema inmunitario.
Los
mecanismos inmunitarios son complejos y numerosas células inmunitarias siguen
siendo descubiertas a día de hoy. Los acontecimientos principales del
establecimiento y de la resolución de una respuesta inmunitaria fueron sin
embargo bien estudiadas. La inmunidad innata y la inmunidad adaptativa permiten
establecer una defensa inmunitaria y proteger nuestro organismo contra los
patógenos que amenazan nuestra integridad. Sin embargo, este sistema no es sin
defectos porque existen enfermedades auto-inmunes y estamos entonces atacados
por nuestros propios soldados. Para terminar, algunas células cancerígenas y
virus son capaces de escapar a nuestra vigilancia, específicamente gracias a unas
mutaciones que engendran un no-reconocimiento del peligro.
Anne
Clerico
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