Cuando el estrés nos invade

Cuando el estrés nos invade

Todo el mundo conoce momentos de estrés en su vida. Se trata de un elemento importante de supervivencia del hombre y de los animales. Sin embargo, en nuestra sociedad moderna, algunas respuestas de nuestro cuerpo al estrés pueden causar más daños que beneficios, como infartos, diabetes o también baja de las funciones inmunitarias… Un equilibrio adecuado entre el tiempo de estrés y la producción de hormonas regulándolo es importante. Se conocen dos tipos de estrés : el estrés agudo y el estrés crónico. 

El agudo corresponde al que nos permite sobrevivir. De él resulta una respuesta dicha adaptativa, especifica al estrés provocado. Esta reacción pone de relieve diferentes actores. Unos neuro-transmisores, que corresponden a unas moléculas químicas, permiten la transmisión de mensajes entre neuronas. Unos neuropéptidos permiten modular la transmisión de la información entre las neuronas. Y unas hormonas, que son unas moléculas quiénes circulan en el organismo para estimular unas células especificas.

El estrés crónico, que se manifiesta a largo plazo, desregula el sistema de estrés y es tóxico. Puede así llevar a varias patologías.

Durante un estrés, se distinguen dos actores : el factor estresante que provoca el estrés en si mismo, y el estrés definido por la cascada biológica provocada por este acontecimiento.

Después de numerosos estudios y definiciones, el estrés se caracteriza por un mecanismo a la vez psicológico y biológico. El factor estresante  actúa sobre un proceso de aprendizaje  y la parte emocional del individuo.

Un acontecimiento impredecible o sentido como una amenaza puede llevar a un estrés agudo. La señal está captada en primer lugar por la amígdala donde serán liberadas diferentes hormonas como la dopamina, la acetilcolina, la serotonina y la noradrenalina, para luego estar dirigida hacia las glándulas suprarrenales y los nervios terminales compasivos. A este nivel, será inducida una secreción de adrenalina, noradrenalina y cortisol en dirección de diferentes zonas del cerebro. Esto permite un despertar emocional, un aumento de la vigilancia y del tratamiento de la información. 


En paralelo las hormonas de estrés van a aumentar la fuerza de contracción de los vasos sanguíneos, la presión arterial y la frecuencia respiratoria, y asi subvenir a las necesidades de respuestas comportamentales relacionadas con el estrés (huida, lucha…).

Las hormonas de estrés van igualmente a aumentar las defensas inmunitarias, pero también frenar las funciones no indispensables a la supervivencia, como la digestión. Esas modificaciones biológicas están limitadas en el tiempo con el fin de no perjudicar al organismo. 

El estado normal y de equilibro al nivel molecular  se volverá a encontrar con la acción del cortisol y de las catecolaminas actuando en el cerebro. Esta secreción permite también el almacenamiento de informaciones útiles para una próxima exposición al mismo factor estresante.

En un estado de estrés crónico, la permanencia de este mismo impide la vuelta al « nivel » de las hormonas a la norma. El exceso de esas hormonas es nefasto y engendra un circulo vicioso. Entre los efectos adversos relacionados con una prolongación a las hormonas de estrés, se encuentran : una “disminución de la eficacia” del sistema inmunitario, una atrofia de los músculos así como de las neuronas, el diabetes, la depresión, una alteración de la atención y de la memoria del aprendizaje, y un aumento de la del miedo.


En el caso de una situación traumatisante, los corticoides y catecolaminas están secretadas en particular. Esas hormonas “regularían” nuestra capacidad a conservar y restituir una información adquirida. En esas condiciones, el acontecimiento traumático se graba más fácilmente en la memoria, al contrario de unos elementos que no le estarían relacionados.

Un estrés engendra casi siempre una emoción especifica.

Las emociones y el estrés comparten importantes características. Un estrés puede ser sentido durante una emoción, como la tristeza de haber fallado su examen acompañado generalmente con estrés.

Unas experiencias emocionales estresantes causan a menudo numerosos problemas psicológicos y físicos. Esas experiencias pueden tener un impacto sobre nuestra memoria como olvidar una importante reunión. Por esta razón, tenemos tendencia a tomar más en cuenta los efectos negativos del estrés que los efectos positivos sobre nuestra memoria. En efecto, el estrés permite recordar mejor las causas que lo provocan y así prepararse mejor para la próxima vez.

En el seno de nuestra sociedad donde el ritmo de vida es muy rápido con exigencias elevadas y una competición económica mundial, el estrés ocupa en ella un lugar destacado. Una falta de descanso y una sobredosis de estrés provocan así agotamientos profesionales, depresiones, dolores de cabeza, pero también dolores musculares, unos trastornos que se encuentran regularmente durante las bajas por enfermedad. Según the American Institute of Stress, cada día, no menos de un millón de trabajadores estarían de baja por enfermedad a causa de las consecuencias del estrés, lo que tiene un fuerte impacto al nivel económico. Por parte del Reino Unido, según el Health and Safety Executive, en 2018/2019, el estrés, la depresión o la ansiedad representaría un 44% de todos los casos de mala salud relacionado con el trabajo y el 54% de todos los días hábiles perdidos por culpa de mala salud.


En vista de los recientes acontecimientos y del aumento del tele-trabajo, resalta que muchos asalariados preferirían continuar su oficio desde casa. Las razones principalmente evocadas son los tiempos de transportes, la evitación de posibles retrasos o de atascos y sobretodo la flexibilidad de los horarios. Algunos se dicen incluso menos estresados. Entonces se puede preguntar si la visión del trabajo va a cambiar para dirigirse hacia un tele-trabajo más frecuente y así reducir quizás la dosis de estrés a la cual los trabajadores se enfrentan.


Fuentes :

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11.Rodrigues, S. M., LeDoux, J. E. & Sapolsky, R. M. The Influence of Stress Hormones on Fear Circuitry. Annual Review of Neuroscience 32, 289–313 (2009).

12.Webster Marketon, J. I. & Glaser, R. Stress hormones and immune function. Cell. Immunol. 252, 16–26 (2008).


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24 de octubre de 2020
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